Resumen:

La presente ponencia tiene por objetivo describir las características históricas y sociales que hacen de la ciudad de Cali – Colombia un escenario urbano de marginalidad social, el cual se ha estructurado a partir de la segregación espacial de su población y el sostenimiento de la vulnerabilidad y desigualdad en zonas periféricas durante décadas. Como punto de referencia se tomarán en cuenta dos comunas de la ciudad que son la 1 y la 21, ubicadas en la zona oriente y oeste, donde confluyen características de exclusión, bajo índice de necesidades básicas insatisfechas, altas tasas de desempleo, inseguridad y múltiples conflictos urbanos.Los datos que se ponen en discusión hacen parte del desarrollo de la investigación doctoral titulada “Construcción social diferenciada de barrios periféricos en la ciudad de Santiago de Cali, Colombia: estudio de caso de los barrios Suerte 90 y Terrón Colorado”, por lo cual son producto de la revisión documental y de archivo sobre las dos comunas donde se ubican estos barrios, además del acercamiento de campo que tiene la autora desde el ámbito académico y de experiencias laborales previas. Para desarrollar el objetivo del documento se iniciará presentando el marco de referencia teórico-conceptual sobre el que se desarrolla este análisis, el cual parte de los nuevos estudios urbanos, particularmente los que explican la nueva desigualdad social en las ciudades contemporáneas de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI. Además de retomar conceptos claves como segregación, marginalidad y periferias urbanas. Desde esta perspectiva se reconocen las semejanzas de una ciudad como Cali con las condiciones socio espaciales de otras ciudades en Colombia y Latinoamérica, reconociendo que el espacio físico y social es reflejo de estructuras macrosociales que se yuxtaponen con los procesos sociales particulares de un contexto determinado, por lo que hablar de la realidad de esta urbe es una manera de la hablar de la realidad de la ciudad latinoamericana.Posteriormente se describirán las características de configuración de la ciudad a la luz de las similitudes con el proceso de crecimiento urbano latinoamericano y colombiano, explicando que la expansión acelerada y las causas asociadas a la migración campo-ciudad junto con la naciente industrialización fueron compartidas en el continente, pero a la vez eran consecuencia del avance del modelo de producción socioeconómico que estaba avanzando en el mundo. Luego se conectará este proceso con la cuadricefalia urbana que se desarrolla en Colombia, donde el crecimiento acelerado se centra en cuatro ciudades, y de ahí se pasa a explicar la historia de consolidación de Cali durante el siglo XX. En concreto sobre Cali se explicará cómo se da el proceso de la expansión y crecimiento a raíz del desarrollo del Ferrocarril del Pacífico, la migración masiva a causa del conflicto armado a mediados del siglo XX, que luego se transforma con la desindustrialización en la tercera mitad de ese siglo, para explicar la expansión de las zonas periféricas entre los años 70 y 90 donde aparece además el déficit habitacional. Por último, se describirán las características actuales de la ciudad en el siglo XXI, donde además de mantener procesos formales e informales de planificación urbana, se detallan las nuevas dimensiones de la segregación, las periferias y sobre todo la diversidad étnica y racial que caracterizan la población caleña y les determina una posición histórica en el espacio social. Los datos históricos, socioeconómicos y físicos sobre las comunas 1 y 21 serán los que permitirán visualizar en este caso particular las nuevas realidades urbanas, espacios sociales donde permanecen la desigualdad y marginalidad que se acrecentaron desde los años 70 pero que ahora se profundizan, además que se enfrentan a nuevos conflictos urbanos donde no sólo se discute la justicia espacial, el derecho a la ciudad, sino también el poder del capital financiero en la planificación urbana, donde los grandes proyectos de renovación o gentrificación se disputan lugares que históricamente han sido tomados a la fuerza y legalizados entre la población y la regularización posterior que generó el Estado. Finalmente se enfatizará en la importancia de pensar teóricamente la realidad de la ciudad latinoamericana, sobre todo desde el Trabajo Social, pues el surgimiento de la profesión se da en el marco de la consolidación del modo de producción capitalista a inicios del siglo XX, es decir que, para ese momento la ciudad no sólo fue un laboratorio de investigación social sino el escenario de las primeras intervenciones estatales sobre la cuestión social, que posteriormente llevaron a la institucionalización de la profesión como mediadora entre el Estado y la ciudadana a través de las políticas sociales. En este sentido, reconocer las problemáticas urbanas y las características diversas de la población es un paso necesario para pensar, implementar y proponer nuevas políticas de ciudad, donde el Trabajo Social debe problematizar su papel histórico en la funcionalidad de un orden social desigual, ejecutando programas de renovación urbana en el que actúan desde el nivel técnico de los psicosociales y desconociendo las arbitrariedades que se gestan desde la institucionalidad y el Estado, bastante alejadas de la realidad urbana de los barrios y comunidades. 

Resumen:

Con la presente ponencia buscamos dilucidar aspectos conceptuales, partiendo de una exploración teórica en torno a la vivienda, el hábitat rural y las unidades domésticas campesinas, entendiendo a las mismas en una relación de subordinación o subsunción al capital que tiene diversas formas de expresión socioespacial.Producción del hábitat en la ruralidad.La construcción de la vivienda campesina en América Latina se ha realizado históricamente como producto del trabajo familiar sin la mediación directa de las relaciones capitalistas de producción, predominando un régimen por auto-construcción espontánea. Es decir, se trata de viviendas construidas por sus habitantes, sin aparente movilización del mercado de mano de obra y del mercado de materiales de construcción: “la vivienda adquiere una dimensión que depende de los lazos establecidos entre el morador y el medio ambiente social” (Fals Borda, 1963, p. 81), por tal razón podemos hablar de una relación mutuamente constitutiva entre la casa y sus habitantes (Haber, 2016). La vivienda es entonces una actividad más del autoconsumo familiar y su proceso de producción parte de las racionalidades y lógicas propias de la reproducción campesina, no intervienen a priori de la misma manera las relaciones de producción típicas de la vivienda social urbana (Lenzi, 2017).Observamos que la producción habitacional campesina integra las esferas de la producción y el consumo, convirtiendo a la vivienda en un medio de trabajo, organizando el espacio de reproducción social de la familia y las necesidades funcionales de la producción. Es así que las formas de habitar adquieren una triple funcionalidad: por un lado residencial, por otro lado económico-productiva y por último organizativa (Garay, 2019; Lenzi, 2017; Cejas, Mandrini, Laria, 2019). La vida campesina no se encuentra aislada del modelo de acumulación capitalista hegemónico, ni de las intervenciones estatales ni de las relaciones de poder que transcurren en los territorios. Estas situaciones interfieren, alteran y someten a las lógicas de organización y reproducción campesinas. Incluso las modificaciones en las relaciones de producción vigentes implican cambios en las espacialidades y una reorganización de las formas de producción de la vivienda y el hábitat (Quevedo, 2019).En este marco, inscribimos la categoría de hábitat rural, que tomamos de Garay (2019), quien establece que:“se entenderá al Hábitat rural como el conjunto de manifestaciones materiales e inmateriales que contienen a las actividades humanas de salud, educación, trabajo, tierra, vivienda y recreación, en entornos de ruralidad, el cual está caracterizado por ser dinámico ya que es el resultado de las intervenciones de los pobladores, el Estado y el mercado, las cuales responden a pautas culturales y sociales que tienen diferentes lógicas” (p. 6).Entendemos  al hábitat rural no sólo como un entorno geográfico sino como un espacio dinámico que contiene un conjunto de prácticas e interacciones de diferentes actores sociales con lógicas de producción y reproducción social que persiguen fines disímiles ya sea para la acumulación capitalista, para la satisfacción de las necesidades y la reproducción de la vida, o para la regulación del espacio, las relaciones o los conflictos sociales. A la vez, referimos al hábitat rural como un espacio para la vida campesina en el que la reproducción cotidiana de la existencia adquiere una forma de territorialización particular, en el marco de una red relacional común en la que se integra la vivienda a partir de sus múltiples funcionalidades, conjugando las prácticas domésticas con las productivas.Las unidades domésticas campesinas. Hablamos de economías domésticas de subsistencia por la importancia que adquiere el grupo familiar y los vínculos instituidos en torno a la cooperación para garantizar su producción y reproducción de la existencia. Estas economías mantienen particularidades propias, se encuentran centradas en las necesidades de la familia y en relaciones de producción no capitalistas, pero forman parte integral del capitalismo periférico y del sistema capitalista mundial. Esta situación se produce ya que para el capital es más redituable la preservación de las mismas antes que su destrucción, así pueden ser mejor explotadas (Martins de Carvalho, 2012; Paz, 2016; Martínez Coenda, 2019). Podemos describir a las UDC a partir de las siguientes características (Paz, 2016; Pessolano, 2018):-son explotaciones en pequeña escala, -realizan uso del trabajo familiar,-por intermedio del grupo doméstico acceden a la tierra y los medios de producción-poseen el control formal del proceso productivo-sus ingresos principales derivan de la producción agro-pastoril-no realizan acumulación de capital  En el marco de las UDC se sostienen prácticas históricas, intencionalidades específicas y una racionalidad económica propia, que algunos autores denominan como especificidad campesina (Martins de Carvalho, 2012), con relaciones sociales de producción no capitalistas, siendo resultado de las mismas las mercancías de origen campesino, que no persiguen la valorización del capital.No obstante no son economías autoabastecidas ni autárquicas, intercambian sus productos en el mercado y acceden a otras mercancías de origen capitalista, para su subsistencia a través de la mediación del dinero como medio de cambio, por lo tanto hablamos de economías mercantiles. Además diversifican sus fuentes de ingresos a partir de la venta estacional de la fuerza de trabajo y otras estrategias relacionadas a las actividades productivas del capitalismo periférico.Con estas consideraciones, reconocemos que las economías domésticas se encuentran subsumidas y explotadas por el capital “(...) a través de mecanismos indirectos que respetan (y reproducen) el carácter no capitalista del proceso laboral doméstico, como la compra y venta de productos, el otorgamiento de créditos y la contratación estacional de parte de la fuerza de trabajo” (Gordillo, 1992: 51). Es así que las UDC se encuentran sobreexplotadas y generan un plusvalor que no es apropiado por ellas, sino que se inserta en mecanismos de acumulación de capital (Martínez Coenda, 2019). Aún así, el carácter indirecto de los condicionamientos les permite crear ámbitos de relativa autonomía para garantizar su subsistencia a pesar de la explotación capitalista (Barri, 2013; Paz, 2016).

Resumen:

En este trabajo abordamos reflexiones sobre la conformación de redes de solidaridad y cooperación que se gestan en (y entre) grupos de mujeres barriales y campesinas que residen en diferentes lugares del noroeste de la provincia de Córdoba, que a su vez se re-tejen en estrechos vínculos de colaboración con mujeres que habitan el Chaco Americano. Nos proponemos trazar un diálogo entre las luchas por la sostenibilidad de la vida y el cuidado de los territorios, incluyendo los territorios cuerpos, a partir de los lazos tejidos. Recuperamos aportes de los feminismos decoloniales y comunitarios; las prácticas colaborativas y saberes colectivos que despliegan al interior de los territorios de proximidad y con otros espacios más amplios, ya que es a partir de sus narrativas personales y colectivos que se presenta la fuerza y la potencialidad de estos vínculos fértiles para la transformación social en espacios rurales y campesinos. Pensar el cuerpo como territorio, posibilita reflexionar respecto de cómo la violencia deja huellas en los cuerpos de las mujeres desde la usurpación y expropiación de los territorios por parte de los agentes extractivistas/ empresas/Estado. En estos territorios vemos desplegados diversos mecanismos de desterritorialización, desde la cooptación, la coacción y la división de las comunidades, hasta el desplazamiento forzoso de quienes históricamente se identifican con el territorio (Salazar, 2017).La ocupación territorial dentro de estas lógicas ha implicado el control y la violencia sobre los cuerpos de las mujeres, remitiendo a una visión hegemónica de territorio como lugar a ocupar y poseer.En este contexto, son las mujeres rurales quienes se ocupan y recae, en mayor medida, la responsabilidad en el cuidado de las personas de la comunidad, la alimentación de sus familias, del cultivo y cuidado de pequeños animales para el autoconsumo, los intercambios y la comercialización de algunos excedentes de sus huertas (Vivas, 2012). Ocupando gran cantidad de tiempo en la reproducción tanto material como simbólica de la vida, que permanece en una esfera privada e invisible. Trabajos que se incrementan con el avance de la frontera agrícola extractiva se reflejan en los relatos de las mujeres que demandan frente al agotamiento de los pozos de agua, debiendo ir cada vez más lejos o asumiendo grandes costos para su obtención; lo mismo sucede con la recolección de leña, de frutos del monte para su consumo o producción de conservas, etc. Dado que el capitalismo se orienta a la producción para el mercado, el trabajo doméstico- también denominado trabajo de cuidados- no se contabiliza como tal, o aún cuesta que sea considerado trabajo en muchos ámbitos (Federici, 2013). Estas dinámicas implican no solo una sobrecarga de trabajo de cuidados que asumen las mujeres, sino también un incremento del estrés y la ansiedad, dada la dificultad creciente para resolver las responsabilidades de reproducción social que recaen sobre ellas de forma invisibilizada. Es así, que la crisis acentuada por la pandemia de covid-19, puso en evidencia la importancia del trabajo de cuidados en los hogares y fuera de ellos y la necesidad de adoptar medidas para redistribuir esta carga. A su vez, surge cómo una necesidad urgente la creación y/o consolidación de redes de solidaridad, cooperación y comunicación entre mujeres y sus grupos, que permitan el acceso a la información y al conocimiento, la visibilidad de las situaciones críticas y la exigibilidad de derechos a través de acciones colectivas, en pos de acortar las brechas de las desigualdades.Consideramos que las mujeres al encontrarse, conectarse y poner en común sus experiencias e historias de vida, van identificando que muchos de las vivencias, de los malestares y dificultades son similares. Es decir en el encuentro se crea un proceso de reconocimiento por el cual lo que pareciera ser vivido de manera individual también es compartido por otras mujeres. En dichos espacios de encuentro, basados en el diálogo y la escucha se generan transformaciones en las subjetividades de las mismas tanto individual como colectiva repensando de esta manera sus vidas cotidianas y sus problemáticas. En este permanente intercambio se comienzan a profundizar los cuestionamientos sobre lo que pareciera “naturalmente establecido” impuesto por el patriarcado y un modelo de desarrollo que impacta directamente sobre los territorios – cuerpos. De esta forma, es comprendido lo que vivimos en las historias, en las narrativas que (nos) contamos. Porque cuando re-volvemos, re-revisamos, re-escribimos y re-contamos las historias, transformamos y/o potenciamos nuestra percepción. Todas y cada una de las participantes pueden reconocer, adoptar o elegir nuevas perspectivas en relación al tema en debate. Aprender que distintos y múltiples diálogos internos e íntimos se pueden volver públicos y nutrir una mirada colectiva a cerca de la multiplicidad de situaciones que atraviesan nuestros territorios y proponer alternativas que coloquen la reproducción de la vida en el centro del debate. Lo que a veces puede parecer un dilema cerrado es posible transformarse en una oportunidad para nutrir puntos de vista y pensamientos. Al brindar espacio para que las diferentes voces con perspectivas diferentes sean escuchadas y recibidas, es posible que las personas desarrollen aprobación o duda. Pueden ampliar su curiosidad de saber porque perspectivas similares conducen a pensamientos similares, pero también diferentes.En este sentido, las iniciativas emprendidas por mujeres son claves para imaginar y crear sociedades más equitativas. Los procesos de participación de las mujeres envuelven diversas experiencias de exigibilidad y justiciailidad de derechos que han favorecidos el ejercicio de ciudadanías. En este proceso es cuando crean redes, que sirven de contención y fortalecimiento individual y colectivo. A partir de estos espacios de intercambio entre mujeres dan cuenta del lugar que ocupan en la comunidad, el cual es integrador de la dinámica de la misma. De esta manera, la lucha por la soberanía de los territorios, es soberanía de los cuerpos de las mujeres, es la soberanía del saber y del conocimiento. Ejercer estas soberanías no solo es un papel vital para el cuidado de los bienes comunes sino también de la práctica del buen vivir, de las autonomías sobre los cuerpos – territorios en desear y decidir. En el marco de la investigación – acción participativa que realizamos como equipo, entendemos que los aportes feministas nos llevan a concebir a la pedagogía desde un lugar que puede ayudar a interrogar (nos), a dudar, a preguntar (nos), a co -crear y construir, desde espacios donde se habilita la risas, el deseo, el enojo y la tristeza. Proponemos como herramientas nodales el diálogo, el construccionismo, la interculturalidad y las narrativas como perspectivas que permiten hacer de nuestras prácticas, practicas fundadas, reflexivas y situadas. Entendemos las prácticas de construcción colectiva de conocimientos con una perspectiva feminista, como prácticas reflexivas con más preguntas y dudas que certezas, como indagación, análisis, recuperación de experiencias y cimentación de nuevos saberes y prácticas en los territorios, que busca producir otros nuevos escenarios posibles con una polifonía de voces e historias y poder transformar realidades cotidianas en donde abundan las situaciones que impiden el ejercicio real de los derechos. Pensar y recuperar sentidos, prácticas vividas, cambios y construcción de conocimientos que convoquen a transformar y rechazar prácticas de subalternidad y exclusión. Nos sirve para hacer de nuestras prácticas, practicas  reflexivas, críticas, cuestionadoras, irreverentes, indisciplinadas no solo en relación a los roles estereotipados de genero, sino para buscar claves para vivir en mundos mejores.

Resumen:

Abordar el tema de  los bienes ambientales comunes y la manera como estos son explotados se ha convertido en un tema que transversaliza todas las esferas de la sociedad y que concierne a todas y todos los seres humanos del mundo, Colombia no es la excepción, en este sentido, en los últimos años se ha venido acrecentando una problemática ambiental a nivel mundial, nacional y regional que dificulta en las comunidades hacer buen uso de un bien común fundamental como lo es el agua, esto sucede por diversos factores como contaminación de fuentes de agua, deforestación, explotación minera, megaproyectos de infraestructuras, ocupación de tierras, el cambio climático entre otros, ante esta problemática que se agudiza cada año se puede evidenciar que las zonas rurales del país son las más afectadas, por lo que las personas que hacen parte de estas comunidades son las presentan  las mayores dificultades para el acceso y para la gestión sustentable del líquido vital.  Es en este escenario es donde el trabajador social cumple un papel muy importante ya que para lograr en las comunidades rurales participación y sostenibilidad del sistema socio-ambiental, el Trabajo Social históricamente ha sido una profesión primordial ya que uno de sus principios fundamentales es ocuparse de la cuestión social y desde este posicionamiento aportar a la sustentabilidad, se pude decir que  la intervención profesional de Trabajo social en cuanto a la gestión comunitaria del agua en los últimos años ha estado estrechamente ligada en la importancia y pertinencia especialmente en materia de educación, difusión y enseñanza de hábitos y usos del líquido vital, desde una perspectiva amplia y a la vez profunda donde se debe iniciar por problematizar con los diversos actores donde se evidencie esta problemática cual es la importancia del cuidado de un bien común y vital como el agua. El Municipio de Necoclí, ubicado en la sub región del Urabá antioqueño al norte del país, tiene grandes dificultades para el acceso al agua potable por parte de la mayoría de sus habitantes sobre todo en las zonas rurales, siendo este uno de los retos más importantes para los gobiernos tanto departamentales como locales y la comunidad la gestión y manejo de este líquido vital. En este artículo se hará particular énfasis en la importancia del rol del trabajador social en la gestión comunitaria del agua en zonas rurales partiendo de la experiencia de una práctica profesional a través de un proyecto ejecutado por la Universidad de Antioquia desde la facultad de ciencias Sociales y Humanas y la Fundación Luker en las comunidades rurales de Alto Carito, Buenos Aires, Limoncito y Caribia del municipio de Necoclí – Antioquia, en este se menciona principalmente cuales son las perspectivas de intervención del Trabajo Social frente a esta problemática ambiental entendiendo que el Trabajo Social no es una profesión ajena a las realidades humanas, por el contrario desde esta profesión se realizan abordajes respetuosos de las condiciones en las que viven cualquier individuo, comunidad o grupo.Para el Trabajo Social en la gestión comunitaria del agua resulta necesario aprender y desaprender desde las vivencias de las comunidades en las cuales se interviene, partiendo de la comprensión de sus realidades sociales y experiencias significativas presentadas dentro de ese entorno, siguiendo con esta línea, en este artículo se señala principalmente que las intervenciones profesionales del trabajador social en los proyectos de gestión comunitaria del agua están orientadas a los procesos metodológico,  diagnóstico, planeación, ejecución y evaluación,  además de esto, se mencionará la importancia del fortalecimiento a las organizaciones comunitarias como una estrategia fundamental con el fin de identificar y fortalecer conocimientos y capacidades de las comunidades rurales que permitan construir propuestas para una gestión comunitaria en clave de co-gestión, co-gobierno y la soberanía hídrica.  Por lo anterior,  se plantea que el esfuerzo del Trabajador Social en los procesos de gestión comunitaria del agua debe estar enfocado desde el modelo socioeducativo que posibilite fortalecer en los individuos, grupos o comunidades, aptitudes y potenciales propios que permitan implementar la gestión comunitaria del agua desde sus propias realidades y necesidades sentidas, siendo el Trabajador Social un eje potenciador y educador, el cual suscita el respeto a la dignidad de las personas iniciando desde lo individual hasta lo colectivo, propiciando el respeto a la dignidad humana, desarrollo de la convivencia y formas democráticas de convivencias en sus comunidades rurales.Por último, se hace mención a la proyección de Trabajo Social en el escenario socio - ambiental y fundamentalmente en la gestión comunitaria del agua, puntualizando en que esta deberá estar enfocada en analizar los marcos interpretativos que posibiliten una explicación acertada de problemáticas emergentes, como la falta al acceso del agua en las comunidades rurales, para que de esta manera pueda haber una óptima forma de proceder en la disciplina, se deberá reconceptualizar el concepto que se tiene del agua como “recurso” toda vez que este le otorga una dimensión comercial-mercantil y por el contrario plantear el agua como un derecho humano fundamental y la necesidad de que todos tengamos un abastecimiento mínimo de agua diario en nuestros hogares para uso personal, alimentación e higiene y adaptarlo a las necesidades locales de agua de cada comunidad.