Resumen:

La ponencia se desarrollará sobre la base de seis ejes de discusión que buscan problematizar el desarrollo de la pandemia en el contexto del desarrollo capitalista, sus principales expresiones, y las políticas que se utilizaron para enfrentarla en la región latinoamericana, para finalmente destacar tendencias de la intervención profesional, y proyecciones para el desarrollo societal. ¿Reflexionar sobre la pandemia desde el Trabajo Social?Los fenómenos sociales hay que analizarlos desde múltiples aristas y no limitarse a la inmediatez de los mismos, situación que fue el común denominador. En el caso de la pandemia generada por el virus SARS-CoV-2, hay que tomar en cuenta una serie de aristas entre las que hay que barajar su naturaleza biológica, los modos de producción, las contradicciones de la sociedad capitalista, la cuestión social, la política pública y social, la justicia y la equidad; escenarios en los que el Trabajo Social se ha desarrollado históricamente, y en los que en la coyuntura de pandemia, tuvo destacada participación. Antecedentes que anunciaban la pandemiaDesde hace varias décadas, la ciencia plantea cinco escenarios de extinción, a saber: el choque de un meteorito, la erupción de mega volcanes, una crisis ambiental, un pulso electromagnético del sol, y un virus que tenga la capacidad de acabar con la vida de miles de millones de seres humanos en un plazo muy corto.Desde una perspectiva geoestratégica, varias potencias mundiales se han venido preparando para esos escenarios, pero todo indica que con el SARS-CoV-2 fueron simple y sencillamente superadas, olvidando incluso las múltiples pandemias que ha enfrentado la humanidad (la peste negra, la gripe española, el SIDA, y las pandemias de 1957 y 1968. La pandemia y la consecuente crisis económica asociada, fue antecedida por las crisis de 1929, la de 1973 y la del año 2008. ¿Qué expresiones tiene la pandemia en el marco del desarrollo capitalista?La diversidad biología se conjugó con una serie de prácticas humanas que potenciaron la letalidad del virus, mismo que no respetó modelos productivos, o condiciones de clase o género. La pobreza, la exclusión social y la inmigración irregular, agudizaron el riesgo de contagio y muerte.El virus le dio un zarpazo de enorme envergadura al capitalismo en sus más diversas manifestaciones, sin que se convirtiera en un golpe mortal como antecedieron cientistas sociales y filósofos. La pandemia, interpretada también como una sindemia, agudizó y magnificó las contradicciones del capitalismo, y más que nunca, dejó en claro los riesgos de una globalización interconectada y dependiente.El desmonte, privatización, tercerización y debilitamiento de los sistemas de bienestar social, particularmente de la salud pública, facilitaron no solo la expansión de la pandemia, sino también la cantidad de personas que murieron. ¿Caminos ensayados para remontar o superar la pandemia?Con una OMS superada por el virus y los intereses empresariales, a lo largo de casi tres años de contagio, destaca la diversidad de políticas públicas a las que se recurrió. Sin embargo, el individualismo -como práctica neoliberal-, y la opción por la buena salud de los negocios, dieron al traste con los esfuerzos por mitigar los efectos negativos de la pandemia.En ese contexto, ante la inevitable intervención del Estado, diferentes actores plantearon la vuelta del Estado, el retorno a la universalidad y la apuesta por el ser humano. No obstante, la ortodoxia neoliberal como era de esperar, apostó por menos Estado, menos derechos, más mercado. ¿Está el Trabajo Social en la primera línea de intervención?Si bien la humanidad y nuestra profesión se vieron marcadas por la pandemia, no todas las profesionales se ubicaron en la primera línea de intervención; fueron especialmente las colegas que ejercen en el sector de la salud las que establecieron esa relación; en muchos casos haciendo teletrabajo, dándole seguimiento a personas enfermas, a sus familias, a los procesos de cuarentena, o a condiciones psicosociales.Más allá de esa línea, se identifican colegas apoyando al personal médico y de enfermería ante situaciones emocionales, en Comisiones de Emergencia, y formando en la prevención, distanciamiento, cuarentena y utilización de medicamentos. ¿Hacia dónde vamos como sociedad?En los primeros meses de la pandemia varios autores esgrimieron la tesis de la desaparición de la globalización tal y como se la conoce desde los años 90; sin embargo, esa idea se fue esfumando poco a poco, y la emergencia de los movimientos sociales como gatillador de las transformaciones sociales de nuevo tomó el protagonismo. La pandemia dejó claro que hay importantes fracturas en términos de geopolítica y hegemonía, que La Unión Europea y EUA se encuentran muy debilitadas, mientras que China se fortalece como futura potencia dominante. En el contexto de la pandemia se mantuvieron las criminales sanciones contra Cuba, Venezuela o Irán, mientras la solidaridad cubana se exacerbó con cientos de médicos por el planeta; a la vez que afloraba la inequidad en la distribución de vacunas, o su sobre concentración. Si revisamos las experiencias posteriores a la pandemia del año 1918, el futuro no es muy halagador, estos últimos 100 años han sido nefastos para la humanidad y la naturaleza.

Resumen:

Analisando o contexto da economia política internacional a partir da década de 1980, Coelho (2012) afirma que a relação estadunidense com os países periféricos e semiperiféricos latinoamericanos foi de ordenação a um ajustamento estrutural, sendo o ideário neoliberal a proposta a ser seguida. O neoliberalismo é considerado por Harvey (2014) uma teoria de práticas político-econômicas que propõe que o bem-estar humano pode ser atingido através da realização das capacidades empreendedoras individuais, garantidas por direitos a propriedade privada, livres mercados e livre comércio. O papel do Estado nessa concepção seria de proporcionar e preservar uma estrutura institucional para o desenvolvimento dessas práticas, garantindo esses direitos e o funcionamento apropriado do mercado, ainda que com limitações. Isto porque, segundo a teoria, o Estado possivelmente não possui informações suficientes para entender devidamente os sinais do mercado (preços), justificando o ideário de proteção mínima. O bem-estar social é maximizado se o alcance e a frequência das transações do mercado são maximizados, enquadrando todas as ações humanas no domínio do mercado. Neste sentido, Dardot & Laval (2016) consideram o neoliberalismo não como uma doutrina mais ou menos heteróclita, mas como uma racionalidade governamental. Para os autores, ele é “precisamente o desenvolvimento da lógica do mercado como lógica normativa generalizada, desde o Estado até o mais íntimo da subjetividade” (DARDOT & LAVAL, 2016, p. 34). Isto porque a racionalidade neoliberal está profundamente arraigada nas práticas governamentais, nas políticas institucionais, nos estilos gerenciais. A economia de mercado que vai definir todas as ações governamentais, tornando-se “necessário governar para o mercado, em vez de governar por causa do mercado” (Foucault, 2008, p. 165).A instituição desse projeto na arena internacional não ocorreu de forma natural e dispersa; foi necessária uma organização composta pelas instituições dominantes na conjuntura do pós-guerra. Para a sustentação dessa nova ordem foram criadas algumas instituições, como o Fundo Monetário Internacional – FMI e o Banco Internacional para a Reconstrução e o Desenvolvimento – BIRD, reunidas em uma organização chamada Grupo Banco Mundial – GBM.Em síntese, o Banco Mundial constituiu-se como um complexo de entidades com ações voltadas ao âmbito econômico, social, intelectual e ideológico (Fontes, 2010), consolidando-se como uma agência internacional de recomendações e determinações. Criado e altamente influenciado pelas instituições estadunidenses, o Banco se sustenta sobre dois aspectos: a intermediação financeira e a intermediação simbólica (Coelho, 2012), pois possui “a condição singular de emprestador, formulador de políticas, ator social e produtor e/ou veiculador de ideias em matéria de desenvolvimento capitalista, sobre o que fazer, como fazer, quem deve fazer e para quem fazer” (PEREIRA, 2010).De lá para cá, o Banco Mundial tem produzido uma série de relatórios e documentos para os países se adequarem ao mercado financeiro global, especialmente para aqueles considerados com uma economia dependente e periférica. O Brasil não foge do foco: é possível ter acesso a uma série de relatórios disponibilizados publicamente no site do Banco Mundial que envolvem temas referentes à economia, políticas públicas de saneamento, educação, assistência social, etc. Nos últimos anos, a palavra de ordem colocada ao Brasil foi o estabelecimento de uma agenda da produtividade. E o que isso significa? Segundo o relatório, o Brasil precisa se adaptar a uma série de medidas “para que o país aumente a renda de forma duradoura e ofereça empregos melhores para os seus cidadãos” (BANCO MUNDIAL, 2018b, p.7).O crescimento da renda e do emprego dos brasileiros é colocado ao mesmo tempo como uma justificativa e preocupação de uma das principais instituições do capitalismo mundial. Ainda que em seu seio os relatórios tratem de uma série de precarizações e flexibilizações aos trabalhadores para o alcance do desenvolvimento, o Banco Mundial insiste na premissa de que essas medidas levarão o Brasil a uma prosperidade compartilhada. Isso significa que, seguindo os parâmetros orientados, o país poderá vivenciar uma redução da pobreza e aumentar a mobilidade social entre as “classes” através do maior crescimento da produtividade. Em outras palavras, a prosperidade compartilhada é traduzida como a inclusão dos mais pobres, já que teriam mais oportunidades de emprego pela política econômica adotada. Contudo, para que isso seja alcançado, é necessário também cortes de direitos sociais, trabalhistas ou no campo da seguridade social. Seria a agenda da produtividade o caminho para alcançar uma maior inclusão social? Seria uma política econômica do projeto neoliberal capaz de  proporcionar uma “sociedade mais equitativa”?Para tentar responder, ou no mínimo, refletir sobre essas questões, o material analisado é composto de dois relatórios no Banco Mundial de 2018, chamados Competências e empregos: uma agenda para a juventude: Síntese de constatações, conclusões e recomendações de políticas e o documento Emprego e crescimento: a agenda da produtividade. A pesquisa a ser realizada tem natureza qualitativa e como procedimento técnico foi executada uma análise documental. A escolha por estes relatórios é justificada por serem os mais recentes que tratam da temática e pela ausência de estudo na perspectiva aqui apresentada. Para uma abordagem reflexiva e propositiva sobre o assunto, foram utilizadas duas teorias críticas como método histórico: a analítica foucaultiana e o materialismo histórico-dialético são a mola-mestra no desvelamento das propostas neoliberais. A aproximação de Marx e Foucault nessa análise tem como pretensão uma leitura do real e as relações de poder que o permeiam, seja na constituição do sujeito e em uma nova organização da sociedade.  O objetivo deste artigo consiste em discorrer sobre a racionalidade neoliberal presente no discurso da “agenda da produtividade”, que promete ao Brasil maior competitividade para lidar com o mercado global e aumento da taxa de lucro entre as empresas, além de uma melhoria dos índices de desemprego entre os trabalhadores. O alcance dessas metas levaria a uma prosperidade compartilhada, em que todas as classes (nas palavras pretensiosas, grupos econômicos) se beneficiaram desse processo, e aos que não se adaptassem restaria as políticas compensatórias. Estaria uma das principais instituições político-econômicas do capital mundial preocupadas com a prosperidade da população brasileira? 

Resumen:

Este artigo propõe reflexões acerca das diversas artimanhas do capitalismo enquanto ataques aos direitos sociais e humanos contra a classe trabalhadora, agindo de forma invasiva na desarticulação e despolitização dos sujeitos, ganhando largo campo de manipulação e de contínuo projeto de desmontes, concomitantemente, das contribuições concretas do Serviço Social frente a esta realidade. O Serviço Social brasileiro é uma profissão de natureza interventiva, que atua na realidade e sobre a realidade de sujeitos sociais na direção do projeto societário de emancipação humana, ao qual o projeto profissional se vincula. É preciso, então, entender e conceber a dimensão desta profissão, assim como, compreender seu caráter educativo, organizativo e político que se materializa no conjunto de competências e atribuições profissionais via sua instrumentalidade na perspectiva da direção ético-política da profissão, ou seja, de um horizonte construído historicamente pelos/as trabalhadores/as da área para fomentar organização política e direção social desta profissão no processo constante de intenção de ruptura com o velho conservadorismo. O Serviço Social traz dentre seus princípios éticos fundamentais, apoiar a construção e o fortalecimento de movimentos sociais populares e como diz Sader (1988, p. 11-12) “na perspectiva da criação de um novo sujeito social e histórico”. A dimensão educativa, organizativa e política desta profissão e do trabalho profissional indicam ações coletivas contra hegemônicas por sujeitos que vivenciam as lacunas de acessos de direitos. Vivem-se tempos de divisas, e é neste terreno que o Serviço Social precisa permanentemente adentrar e buscar por uma educação voltada para a consciência coletiva de classe e ao desvendamento do real. A conjuntura se apresenta em grande escala numa tríade de sucateamento de políticas sociais, reduzindo a proteção social à pobres políticas para pobres, na naturalização e criminalização da pobreza, logo, nas condições de vida da população e, não menor que estes, em ações e atitudes levianas que desmobilizam a práxis enquanto ação pensada e refletida na direção de uma formação social capaz de criar e potencializar o protagonismo de novos sujeitos políticos coletivos combativos à violência estrutural e histórica. Desde o ano de 2016, data que marca um golpe parlamentar-institucional-midiático no Brasil que teve como resultado o impedimento político da presidenta Dilma Roussef (Partido dos Trabalhadores – PT, 2014/2016) na governabilidade nacional. Ainda mais, com a intervenção da extrema direita, intensificando de modo acirrado as desigualdades sociais e cruelmente, as expressões da questão social. Em linhas gerais, a desigualdade no Brasil sempre foi uma das mais altas do mundo, e vem numa crescente, ou seja, a extrema pobreza está em progressão nos últimos 4 anos e certamente surge enquanto reflexo da ausência de ganho real no salário mínimo, do aumento do trabalho informal, do desemprego e da subutilização no mundo trabalho. E é nesse contexto que atualmente a pobreza é vista sob a perspectiva moralista, tendo em vista que a questão social, desde o golpe, vem sendo deslocada amplamente para uma questão moral. Neste mesmo cenário, o advento da pandemia do novo coronavírus, classificado pela OMS como Covid-19 trouxe o acirramento da pobreza e, no conjunto da obra, crise sanitária, social e política no território brasileiro. A pandemia da Covid-19 provocou um choque de grandes proporções não só pela sua intensidade, como pela sua abrangência geral e as pessoas foram impactadas em diferentes estratos sociais, localidades e aspectos de suas vidas. Estrategicamente, a pandemia foi favorável para aqueles que detém o capital em detrimento das condições de vida dos pobres. Entre as tais artimanhas do capitalismo a pandemia esteve presente na justificativa deste cenário conjuntural caótico em que o Estado se exime à proteção social de seu povo, prevaricando direitos, indiferente ao desemprego, às inserções precárias ao mundo do trabalho, informalidade, aumento significativo da inflação e, concomitantemente, descaso exacerbado com a classe que vive do trabalho. O desgoverno de Jair Bolsonaro (Partido Liberal - PL, 2019-2022) foi um ponto forte no Brasil com a redução dos mínimos sociais, a exclusão dos já excluídos e com posicionamentos arbitrários e cruéis do chefe de Estado e seus ministros que orquestraram os mais diversos ataques, além do negacionismo frente a seriedade da pandemia que tirou de cena mais de 666 mil vidas pela Covid-19. Houve negação da vacina, do uso de máscaras como forma de prevenção e do necessário distanciamento social, pois, ao contrário disso, incitou na população essas falsas ideias e fake news que só alimentaram desencontros de informações e recomendações produzidas pela OMS e pela ciência, aliás, ambas negadas e ignoradas pelo governo brasileiro como se fosse um caminho favorável ao extermínio de pobres (que representam a maioria populacional do país e representam os dados finais das vítimas fatais da Covid-19). Não é só efeito da pandemia o porquê da existência de 19 milhões de brasileiros passando fome e contrariando o que preconiza a Constituição Federal de 1988 quando coloca que a alimentação é um direito social do/a brasileiro/a, ou seja, dentre os problemas concretos da (in)segurança alimentar à de se refletir que não há sistema imune que resista, logo, a vulnerabilidade da própria vida, são expressões da desigualdade , constitutiva do modo de produção capitalista. O alastramento da fome no Brasil é reflexo também do fim e/ou esvaziamento de programas de incentivo voltados para a agricultura familiar de combate à fome e de cobertura nos valores do Programa Bolsa Família (sucateado e depois extinto pelo atual governo de Bolsonaro no final de 2021). Governo este que despertou no povo brasileiro os piores sentimentos e ousadias de posicionamentos que expressam com naturalidade o racismo, o sexismo, a lgbtfobia, a xenofobia, as agressões aos direitos humanos e indiferença pela desigualdade social, reafirmando um pensamento pós-moderno e o não reconhecimento de classe da população, fragilizando conforme pontuado anteriormente, qualquer possibilidade de resistência, de luta por dignidade, justiça social e defesa intransigente dos Direitos Humanos.

Resumen:

É correta a afirmação de Vilargada (2021) de que "um perigoso nível de politização das Forças Armadas foi alcançado". Todavia, esta politização não se inicia no governo Bolsonaro, ainda que tenha aí adquirido o mais alto nível de simbiose com a estrutura pública estatal. Ao contrário, a relação entre o poder público e as Forças Armadas precede, em muito, os dias atuais. A sua origem está na formação do Estado moderno brasileiro, o qual se constitui enquanto um "poder auto-intitulado de classe", de natureza fundamentalmente autocrática e à margem de qualquer horizonte de pacto social (FERNANDES, 1976). Logo, o caráter particularista da burguesia brasileira e a negação aos trabalhadores do usufruto de um  patrimônio público comum conduziu, historicamente, a um padrão autoritário de dominação de classe, cujo "braço armado" assume não uma intervenção episódica, mas permanente. Nos reportamos à "ideologia militarista" própria à formação social brasileira, na qual lemas como "ordem & progresso, segurança & desenvolvimento e militarismo constituem-se numa poderosa argamassa do Estado autoritário - civil, militar, corporativo, fascista - que as classes dominantes impõem ao povo, a operários, camponeses, empregados, funcionários e outros assalariados" (IANNI, 1985 p.26). Longe da revisão da Lei da Anistia ou de qualquer reparação histórica, as Forças Armadas chegam à segunda década do século XXI sem julgar os seus crimes e torturadores e o fazem na condição de uma instituição ilibada. O Relatório ICJ Brasil (Índice de Confiança na Justiça), pesquisa promovida pela Fundação Getúlio Vargas (FGV), revela serem as Forças Armadas a instituição de maior credibilidade no país, com indicadores positivos que superam abruptamente os do Congresso, do Governo Federal, do Poder Judiciário e do Ministério Público. Nos surpreende que nem mesmo os recentes escândalos envolvendo membros das Forças Armadas - altos salários, incapacidade administrativa na gestão do Estado e corrupção - foram capazes de abalar a confiabilidade popular depositada. O que pode ser verificado nos dados de aprovação mantidos relativamente intactos: 2013 (66%); 2014 (68%); 2015 (61%); 2016 (59%); 2017 (56%); 2021 (63%). Índices que evidenciam a preservação da velha tese, incutida socialmente, acerca da "democracia imatura" e da "sociedade civil incapaz" que exige a tutela militar como fonte de progresso e coesão social.Para tanto, partimos de duas hipóteses neste trabalho. A primeira é que tanto no período contemporâneo, como ontem (no regime civil-militar de 1964) o papel desempenhado pelos militares possui uma mesma natureza material: o de força auxiliar à consolidação de um padrão de acumulação do capital, em sentido contrário às necessidades dos trabalhadores. Para além dos interesses particularistas dos membros desta corporação, o que vislumbramos hoje é uma "blindagem fardada" da rígida política de austeridade fiscal. Isto é, as Forças Armadas configuram-se como um instrumento político-institucional estratégico para auto-legitimação de governos de medidas econômicas impopulares. Assim o foi a partir do governo Temer e, agora, de modo ainda mais simbiótico e aprofundado na gestão Bolsonaro. Na segunda hipótese, estritamente relacionada à primeira, avalia-se que os militares, diferente de antes, estão menos dispostos em retornar para a caserna. Os supersalários, os mais intensos privilégios e a autoridade institucional adquirida pelo alto escalão das Forças Armadas os faz desejosos de manter-se na atual (e confortável) posição - a da casta mais bem remunerada dos Três Poderes do Estado brasileiro. Digamos que o Estado tornou-se um "território militar ocupado".Com o objetivo de proceder a um registro historiográfico da simbiótica relação desenvolvida entre os militares e o governo Bolsonaro, este texto está dividido em três momentos: 1. A presença massiva de militares em cargos, ministérios, secretarias e direção das empresas estatais e os respectivos ganhos e privilégios materiais que daí decorrem. 2. A investida jurídica de Bolsonaro e aliados em alçar as Forças Armadas à condição de um quarto poder ou "Poder Moderador", com fins a viabilizar a tão sonhada "intervenção militar constitucional". Iniciativa que envolveu a reinterpretação da Constituição Federal, ameaças a membros do Supremo Tribunal Federal e a intensificação das manifestações antidemocráticas no país com o apoio da cúpula do exército. 3. Por fim, mas não menos importante, o que qualificamos como o "prelúdio do golpe": o protagonismo de generais militares em ações inconstitucionais que põem em risco o Supremo Tribunal Eleitoral e a segurança das eleições de 2022.

Resumen:

O presente trabalho busca investigar como o atual processo de fascistização do Estado Brasileiro serviu de cenário para o avanço das estratégias ultraliberais que, ao longo do período do governo Bolsonaro, intensificaram o processo de destruição dos direitos da classe trabalhadora no Brasil a partir do aprofundamento de um conjunto de contrarreformas.O atual estágio amplamente destrutivo do capitalismo e de crise econômica mundial se expressa de maneira drástica na atual conjuntura brasileira, com a ascensão de um governo que, para atender aos anseios do grande capital, se vale da desorganização, do caos e do incremento das diferentes formas de violência. Sob as marcas do capitalismo dependente e alimentada pela manutenção de elementos oligárquicos, autárquicos e senhoriais em sua conformação, a democracia que se construiu de forma superficial em nosso terreno abriu portas para a formatação, no cenário atual, de um processo de fascistização do Estado e da sociedade brasileira. Vivemos hoje um novo espectro da democracia burguesa, onde os patamares de “vulgarização” se salientam em maiores proporções por meio do governo comandado por Jair Bolsonaro. Ao pensarmos a escalada autocrática aprofundada após o golpe de 2016 no Brasil e a elevação a um novo patamar do processo de criminalização dos movimentos sociais e populares, percebemos que a extrema–direita consegue assumir o Planalto nas eleições de 2018 para aplicar o programa ultraliberal com Bolsonaro e Paulo Guedes, sob a vestimenta do fundamentalismo religioso cristão, uma pauta sócio– cultural–educacional moralista, com a disseminação de práticas punitivistas, de ataques aos direitos humanos, de discursos racistas, machistas, misóginos e lgbtfóbicos; e se valendo de uma forte manipulação da informação e de um culto ao negacionismo histórico e ao desprezo a qualquer pensamento científico e progressista.A violência, o preconceito, a desumanização, a manipulação das informações, o obscurantismo dos valores, a deslegitimação da ciência, a inibição da liberdade e o fomento à desarticulação da classe trabalhadora são elementos que são combinados com um ultraliberalismo na economia e uma ideologia política de cunho fascista (fermentada pela rejeição das instituições democráticas, pelo discurso anticomunista e pseudonacionalista radical).Esse período de reordenamento do Estado Brasileiro se apresenta com claros traços de fascistização. Através de Emendas Constitucionais, Medidas Provisórias, Decretos, leis e outros subterfúgios administrativos, aprofunda-se a reconfiguração do formato constitucional e institucional do Executivo que se molda através de um aparelhamento do conjunto do Estado, resolvendo os problemas nacionais através da violência política, “onde os órgãos de controle, de informação, de repressão e de violência estatal estão submetidos à retomada das práticas de mando ditatoriais”. Nesse sentido, as medidas bolsonaristas tem como características o ataque à Seguridade Social; à Constituição das Leis Trabalhistas (de um modo geral, haja vista que há um desmonte tanto nos direitos trabalhistas quanto no mundo do trabalho formal e na representação sindical); o incentivo à Liberdade Econômica e o desmonte da Educação pública. Por outro lado, é perceptível uma retomada da inserção dos militares em todas as instâncias do governo, uma absurda abertura do mercado e propostas baseadas na violência, como a intensificação da utilização das Forças Armadas como meio de garantir a “Lei e a Ordem” nos espaços públicos, e o armamento da população civil. Considerando estes elementos, o objetivo desse trabalho é fazer uma reflexão sobre como algumas características do período fascista que se consolidou nas primeiras décadas do século XX nos possibilitam a pensar a construção da atual política brasileira e dos caminhos tomados para o agressivo ataque aos direitos dos diferentes extratos da classe trabalhadora. A partir da perspectiva do método do materialismo histórico, as reflexões aqui apresentadas são parte dos resultados obtidos com a pesquisa “Revolução burguesa, ‘democracia vulgar’ e lutas sociais no Brasil”. Este trabalho, de caráter exploratório e com abordagem qualitativa, teve o processo de análise de dados realizado através da revisão bibliográfica e análise documental, em produções voltadas para o tema do Estado, da formação social Brasileira, do fascismo, e dos processos políticos contemporâneos. Realizou-se uma revisão bibliográfica sobre o fascismo em suas experiências “clássicas”, elaborando chaves de análises que tornassem possível compreender as mediações históricas sob as quais ele vem se reconstruindo no atual cenário político brasileiro e como passa a servir de subsídio para o avanço das estratégias ultraliberais. Atrelado a isso, como forma de analisar alguns elementos dessa reconfiguração constitucional e institucional do Executivo que se aprofunda durante o governo Bolsonaro, realizou-se uma busca no Portal da Legislação para identificar as principais propostas construídas pelo atual governo brasileiro que causaram impacto direto na vida da classe trabalhadora, onde efetivamos a análise documental de 93 Medidas Provisórias, dos 1107 Decretos, dos 48 Projetos de Leis e das 5 Propostas de Emenda à Constituição.Desta forma, concordamos com as análises de que, na conjuntura política atual do Brasil, apesar de termos uma ideologia fascista e um movimento fascista (os quais atentam contra a democracia burguesa dentro dos limites postos pela correlação política de forças existente); e apesar de termos também um governo no qual os fascistas disputam a hegemonia com um grupo militar que ainda é apegado a um autoritarismo mais predisposto a outro tipo de ditadura, ainda não temos um regime político fascista – o que temos é uma democracia burguesa deteriorada e em crise que, a depender da dinâmica da conjuntura, pode chegar à instauração de uma ditadura de tipo fascista no Brasil

Resumen:

            A crise capitalista de 2008, considerada uma das mais graves do sistema capitalista desde a crise de 1929, aliada à ascensão da extrema direita nas várias regiões do globo – desde os países centrais à periferia do capitalismo, exigiu a radicalização das políticas neoliberais em favor dos interesses das frações hegemônicas do capital rentista e a destruição das conquistas civilizatórias do século XX, expressas nos regimes liberais democráticos,  no Estado de Bem-estar Social, nos  direitos sociais e  na participação das organizações da classe trabalhadora na mediação da regulação estatal sobre o conflito capital trabalho. Nesse contexto, as alternativas apresentadas pelos representantes do capital ao enfrentamento à sua crise têm sido o aprofundamento das políticas neoliberais, com as políticas de austeridade fiscal, que ampliam o desemprego estrutural, as desigualdades, a pobreza e a concentração de renda e riqueza; a destruição da política, enquanto espaço de mediação de conflitos, da democracia e dos direitos (BEHRING; CISLAGHI; SOUZA, 2020, p. 48-161; MIGUEL, 2021). Esse processo de aceleração e aprofundamento dos pressupostos do neoliberalismo, denominado por alguns autores de ultraneoliberalismo, tem levado ao fortalecimento de posições ultraconservadoras e antidemocráticas (MIGUEL, 2021) com a apologia à violência, a defesa do irracionalismo, a disseminação de ressentimentos e ódios contra grupos minoritários; a perseguição aos militantes e às ideias da esquerda, a imigrantes e aos direitos humanos e à defesa do estado mínimo. Como bem analisa Carapana (2018, p. 36), “se o neoliberalismo desmontou o Estado de Bem-estar, a nova direita quer atacar o Estado como ente que garante direitos civis e humanos” na “nova ordem” instituída pelo pós-neoliberalismo, a questão não é mais o ataque aos direitos sociais e ao Estado de Bem-estar social resultantes do pacto keynesiano do pós-guerra, mas a destruição dos direitos e das liberdades civis, núcleos centrais das conquistas liberais dos séculos XVIII na Europa.  Para Dardot e Laval (2019, s/p), no atual contexto, mais do que o aprofundamento das políticas neoliberais, que eles definem como “novo neoliberalismo”, a novidade apresentada pelo capitalismo em sua fase atual, está no “questionamento político cada vez mais aberto e radical dos princípios e das formas da democracia liberal”, uma vez que o “neoliberalismo já não precisa mais de sua imagem liberal ou democrática”. Ao analisar a dinâmica das lutas de classe no contexto de hegemonia das políticas neoliberais, portanto, de crise do Estado de Bem-estar social, Demier (2017) mostra como as democracias liberais foram criando regimes políticos “cada vez mais fechados a qualquer tipo de demanda minimamente reformista, proveniente dos segmentos subalternos da sociedade”, dando origem a um novo regime político que ele como “democracia blindada”. Segundo Demier (2017, p. 35), o novo tipo de regime político instituído pelo capitalismo a partir dos anos 1980 para enfrentar a sua crise, levou ao fim das “democracias welfarianas”, nas quais os movimentos sociais conseguiam pressionar as instâncias institucionais do regime pela implementação de suas reivindicações reformistas. Dentre as consequências da ascensão da extrema direita ao poder, Miguel (2021) aponta a crise da democracia, com o crescimento de discursos fundamentalistas; o enfraquecimento do debate público; o prestígio de posições que se apresentam como antipolítica e o desrespeito às instituições de controle do exercício da autoridade política, denunciadas como obstáculos à tarefa de regeneração moral que os novos governantes desejariam levar a cabo. É essa realidade que levará às manifestações massivas de movimentos sociais nos diversos continentes em 2013. Suas formas de manifestação e expressão, bem como suas reivindicações e agendas variam segundo as particularidades socioeconômicas e político-culturais de cada país, e embora haja divergências quanto ao conteúdo, à natureza e ao potencial desses movimentos, autores de diferentes correntes teóricas concordam que os efeitos da crise capitalista foram as causas das manifestações. São lutas pela democracia, contra os regimes autoritários; contra o patriarcado, o racismo e o sexismo e o capitalismo, cujos desafios consistem em articular a construção de uma agenda suficientemente ampla para enfrentar as forças destrutivas do capitalismo e do fundamentalismo. Zizek (2013, p. 103-105), chama a atenção para a necessidade de evitar o essencialismo na análise desses movimentos. Para ele “não existe um único objetivo real perseguido pelos manifestantes, “os protestos e revoltas são sustentados pela sobreposição de diferentes níveis, e é esta combinação de propostas  que representa sua força: eles lutam pela democracia, contra regimes autoritários; contra o racismo e o sexismo, contra o ódio dirigido a imigrantes e refugiados; pelo Estado de Bem-estar social; contra o neoliberalismo; contra a corrupção na política e na economia; questionam o sistema capitalista mundial como. As interpretações sobre o que são e qual o potencial desses movimentos, segundo o Zizek, é um processo em disputa, no entanto chama a atenção para a necessidade de evitar duas armadilhas na análise dos movimentos sociais: 1) o falso radicalismo, a ideia de que o que importa é a abolição do capitalismo, as outras lutas são secundárias); 2) e o falso gradualismo, primeiro a luta por direitos e depois a luta pelo socialismo. Partindo do pressuposto de que nem toda luta por direitos está inscrita e aprisionada no horizonte burguês, o artigo analisa, a partir de pesquisa bibliográfica,  as lutas dos movimentos sociais no contexto das políticas de austeridade adotadas  após a crise de 2008, concluindo  que enquanto sujeitos coletivos que se opõem à lógica da exploração e da opressão, os movimentos sociais constituem forças sócio-políticas imprescindíveis para o enfrentamento à desconstrução dos valores libertários e dos retrocessos civilizatórios em direção a uma nova ordem societária, baseada na solidariedade e na emancipação humana.