Resumen:
LA PAIDOAPOROFOBIA Y LA BIOPOLITICA, CONCEPTOS PARA PENSAR LAS INFANCIAS Y LAS ADOLESCENCIASDra. Alicia GONZÁLEZ-SAIBENELic. Natalia JUÁREZLic. Romina Alejandra PONTECentro de Investigación en Campos de Intervención en Trabajo Social -CIeCITSFacultad de Ciencia Política y Relaciones InternacionalesUniversidad Nacional de Rosario, Argentina RESUMENHoy queremos compartir con uds. algunas conceptualizaciones que hemos abordado en diversos eventos realizados en el Consejo Deliberante de nuestra ciudad, Rosario, a raíz del
Congreso Mundial de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, que se realizó en San Juan, Argentina, en el mes de octubre del 2012, así como también en otros más recientes como en el
Conversatorio Interdisciplinario A 30 años de la Convención de los Derechos del Niño organizado por la UNR entre otras organizaciones estatales, en noviembre de 2019, el
VII Simposio Internacional sobre Infancias e Instituciones, organizado por la INFEIES y FLACSO en la Universidad Nacional de Mar del Plata, en agosto de 2020, y otros. Porque creemos que hay que reafirmarlas y profundizarlas, porque no sólo no ha mejorado la situación de aquellas épocas, sino que estamos en un período aún más grave sobre este -y otros- tema. Hay un problema constante, en todos los ámbitos, en eso de homologar las infancias. En el evento inicial al que se hizo referencia, la abogada Marisa Graham, actual Defensora Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes de nuestro país, dijo algo que nos quedó grabado hasta hoy: “La Asignación Universal por Hijo es el derecho universal a la singularidad”. En tal sentido, en la línea disciplinar y profesional del Trabajo Social, el Derecho, el Psicoanálisis, la Política Social, estamos absolutamente convencidas de que lxs funcionarixs públicxs hace muchos años que “hacemos agua”, que “no damos la talla”. No nos ocupamos, ni sabemos, ni podemos -¿ni queremos?- hacer nada por las infancias. Por esas infancias que abordamos -y pedimos disculpas por la generalización- sin consideración de las desigualdades, sin tener en cuenta el distinto modo en que cada niñx o adolescente es afectadx por la brutal ausencia de sus derechos.El filósofo Giorgio Agamben en su obra “Homo Sacer. El poder soberano y la vida desnuda” investiga sobre el punto de cruce entre el modelo jurídico-institucional y el modelo impolítico del poder, introduciendo la categoría biopolitica de su colega francés.Al respecto Michel Foucault expresa: “las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida” (Foucault, 2011:132). Cuando se refiere a polos está pensando en un primero centrado en la figura del cuerpo como máquina y en la posibilidad de hacerlo útil y dócil de acuerdo a las demandas del sistema, a través de procedimientos de poder característicos de la disciplina que el autor denomina anatomopolítica del cuerpo humano. Mientras que ubica un segundo polo centrado en el cuerpo-especie (cuerpo que sirve de soporte a los procesos biológicos tales como nacimiento, mortalidad, nivel de salud, etc). Para este autor, los problemas de ambos polos son tomados a cargo por una serie de intervenciones y controles reguladores: una biopolitica de la población (Foucault, 2011:131-132).Regresando a Agamben y su relación teórica entre hombres y exclusión en la política de la sociedad occidental, observamos: “en la política occidental la vida desnuda tiene este privilegio particular, el hecho de ser aquello sobre cuya exclusión se funda la ciudad de los hombres” (Agamben, 2018:20). Para él, el par categorial fundamental de la política occidental es vida desnuda-existencia política, en otras palabras, exclusión-inclusión. Desde el derecho romano el autor trae el concepto de
homo sacer para nominar a esa vida desnuda a la que hacía referencia, definiéndolo como aquella vida que se puede matar, “aquella vida que se incluye en el ordenamiento únicamente en la forma de su exclusión (es decir, de la absoluta posibilidad de recibir la muerte)” (Agamben, 2018:22).En sintonía, Eduardo Bustelo (2011) identifica a la infancia y adolescencia como la iniciación de la vida y a partir de allí establece a la biopolitica en esta etapa como biopoder, pensándolo fundamentalmente a través del control de la subjetividad: “la infancia es la instancia de la inauguración de la vida y en donde la aparición de la biopolitica aflora en su forma paroxística” (Bustelo, 2011:25). Convoca a pensar que la vida desnuda, existencia despojada de todo valor político (sentido ciudadano), toma forma bajo el concepto de
niño sacer: consiste en la naturalización del horror de millones de niños, niñas y adolescentes que mueren todos los años en una muerte verdaderamente silenciada, cuya responsabilidad no puede (¿??) ser atribuida a nadie. Parafraseando al autor es dable expresar que la cuestión de la infancia pobre es una cuestión de biopolítica mayor, analizarla sin relacionarla con los procesos económicos de concentración de ingresos, riqueza y poder, es como trabajar para su reproducción. Estos últimos años nos han convertido en seres sostenidos en lo que Adela Cortina, esa filósofa valenciana, tomó del griego y trajo a nuestros tiempos, la
aporofobia, el rechazo a inmigrantes y refugiados, dice ella, no por ser extranjeros, sino por ser pobres. Le agregaríamos un elemento más a la categoría, que la profundiza y que da cuenta de este
niño sacer, con un término que no existe como tal pero que nos gustaría compartir con uds., la
paidoaporofobia, en tanto el odio a lxs niñxs… pobres.